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De niño era todo un caso. Sí, yo era ese chico rarito que inventaba historias muy locas cuando jugaba con sus amigos. De hecho siempre he creído que mi objetivo en la vida era contar historias.

Desde que tuve edad para juntar letras escribía cuentos fantásticos que obligaba a leer a mis parientes y, en vacaciones, cuando se juntaba toda la familia en una casa en la playa, montaba con mis primos una troupe para interpretar obras de teatro para los mayores.

Pintaba, maquetaba pequeñas revistas y fantaseaba con las pelis de terror y fantasía que veía alquilaba en el videoclub. Aún no era consciente, pero quería probar todas las formas de expresión.

Quise ser actor y luego director de cine, por lo que acabé estudiando realización y fotografía para más tarde acabar trabajando como técnico de sonido, cámara, editor, realizador, continuista... Luego me orienté hacia el diseño gráfico, de lo que acabé trabajando durante aproximadamente una década, tiempo que aproveché para rodar unos cuantos cortometrajes y escribir guiones, relatos, novelas, juegos de rol...

Un día mi Mr. Hyde interior se cansó de vivir solo en la noche y tomó el control de mi vida. Dejé el trabajo y me dediqué de lleno a mis pasiones, como organizar eventos de Halloween y experiencias a medio camino entre el teatro y los juegos de escape (antes de saber siquiera lo que eran estos). Cuando llegó la oportunidad monté Escapop, una pequeña empresa de juegos de escape en la que, además de regentar mi propia sala, creaba juegos para otras empresas o eventos.

Una de mis últimas creaciones es La Cabaña, un escape room de terror, inspirado en las míticas películas de los años 80, la cual está cosechando numerosas buenas críticas tanto del público en general como de los expertos en la materia.

Ahora, en retrospectiva, me resulta curioso que, aunque buscaba un cambio en mi vida, fue precisamente toda aquella formación y experiencia anteriores, lo que me permitió dedicarme a esto. Si no hubiera escrito historias, si no hubiera trabajado en televisión o en una agencia de diseño, si no hubiera hecho mis pinitos como actor y si no hubiera quemado de tanto verlas las cintas VHS del videoclub de mi barrio, probablemente no habría tenido los conocimientos y habilidades necesarias para hacer lo que ahora hago.